Al llegar a Iruya, la primera impresión es de un pueblo "colgado en la montaña", o más bien, de una isla, ya que está rodeado por los ríos Milmahuasi y Colanzulí -o Iruya-.
Se destaca su edificación colonial con callejuelas estrechas y sus paisajes de imponentes vistas panorámicas. En sus proximidades se encuentran las ruinas del pucara de Titiconte.
Aquí, los habitantes, vestimentas, costumbres y viviendas han mantenido su tradición a lo largo de 250 años. El poblado conserva sus calles angostas y empedradas, con casa de adobes, piedras y paja.
El camino para el tránsito automotor termina, solamente a lomo de mula es posible realizar un viaje al interior del departamento, donde se presenta el paisaje montañoso en toda su agresividad y magnitud. Siguiendo el lecho de los que surcan el interior, se aprecian quebradas de diferentes formas y colores. La piedra laja, en algunos tramos ha formado paredes de contención del río.
El 18 de febrero de 1995 la localidad de Iruya fue declarada Lugar Histórico Nacional por Decreto 370 del Poder Ejecutivo de la Nación.